terça-feira, 17 de novembro de 2020

No hay excusas para el matrimonio infantil

 




Lo que hemos visto en los últimos meses en la República Dominicana ha sido algo que parece sacado de una mala película de los años 50. El país todavía está envuelto en discusiones sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del matrimonio infantil. Vale la pena recordar que solamente hay una veintena de países en todo el mundo que todavía permiten que sus niñas y niños se casen. Diecisiete de ellos se encuentran en el continente africano y en Latinoamérica, solo Nicaragua nos acompaña en esta triste y corta lista.

 El Tribunal Constitucional Dominicana se ha dedicado desde junio del año en curso, al análisis de la acción de inconstitucionalidad presentada por la ONG Misión Internacional de Justicia, buscando que la Corte declare el fin del matrimonio infantil en el país. El Congreso Nacional, por su parte, llevará a cabo una discusión pública el 19 de noviembre sobre la propuesta de modificación del Código Civil para extinguir el matrimonio de personas menores de 18 años.

Esta discusión se ha visto contaminada por el clima instalado en gran parte del continente. Países como en Estados Unidos y Brasil, por ejemplo, quienes cuestionan el saber científico. Este movimiento busca volver a discutir valores que desde hace mucho tiempo se han consolidado en los países democráticos, y este terraplanismo social, político y cultural hace que los hechos y sus consecuencias sean menos importantes que la opinión que se tiene sobre ellos. Y este fenómeno también se ve en las discusiones que se están produciendo sobre el tema, especialmente entre las autoridades dominicanas, muchas de los cuales niegan la realidad con justificaciones sin ninguna conexión.

En resumen, por increíble que parezca, todavía hay argumentos usados por autoridades influyentes, en el sentido de que el matrimonio infantil sería, y ¡no lo podemos creer!, un instrumento para proteger a las menores. El conocimiento psicológico ha demostrado el daño que sufre un individuo al ser sometido a convivir íntimamente con otra persona mucho mayor.

Además, los datos relacionados con el embarazo infantil son simplemente ignorados por estos grupos, que tratan de no discutir la tragedia de sacar a estas niñas de la escuela para que se conviertan en amas de casa y madres, en entornos que muchas veces son violentos. En la práctica, la mayoría de estas niñas viven en esclavitud.

Algunos dicen que este es un rasgo cultural inseparable de nuestro pueblo. También se dice que es mejor que una niña se case con un hombre mayor ‘‘y más rico’’, lo que acarrearía otras posibilidades económicas para su familia. En otras palabras, lo que se está defendiendo es el comercio de seres humanos. De un lado, un hombre mayor y a menudo extranjero, compra una niña de 15 años o menos, ofreciendo apoyo a la familia.

Según Unicef¹: “todos los días, cientos de niñas se casan en República Dominicana. Más de un tercio de las mujeres dominicanas han visto terminar abruptamente su niñez, para asumir el rol de adultas y madres, asignado por la sociedad como se esperaba de ellas”.

En República Dominicana no hay datos actualizados sobre el tema, pero según la encuesta ENHOGAR-MICS 2014, el 35,9% de las mujeres entre 20 y 24 años se casaron antes de los 18 años y el 12,3% antes de los 15 años. Ambas cifras se encuentran entre las más altas de América Latina y el Caribe, muy por encima del promedio regional de adolescentes menores de 18 años casados o unidos (23%) y el promedio más alto en adolescentes menores de 15 años (5 %). Esta realidad, además de ser cruel y degradante para las jóvenes dominicanas, también es válida para el país. Según un estudio realizado por el Banco Mundial² poner fin al matrimonio infantil reduciría la tasa de fertilidad total y el crecimiento de la población en un 10%. Esto atraería en 15 años, un beneficio de unos 5 mil millones de dólares al país.

Lo que está en juego es la libertad, el libre albedrío, la dignidad y el futuro de estas niñas. El Estado dominicano no debe elegir la opción más cómoda, y simplemente cerrar los ojos ante el carácter degradante del matrimonio infantil.

Si queremos poner los dos pies en la civilización moderna, que respeta los derechos individuales de sus ciudadanos y evita la venta de sus hijos, todos debemos ponernos a favor de esta lucha, que no solo saca a estas adolescentes de trágicas situaciones de sufrimiento, sino también colabora para mantener a la República Dominicana en una situación de atraso.

¡No hay excusas!

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